Yig-Satuti es un avatar de Yig introducido por Bruce Bryan en El horror de hohokam.
Nombre[]
El nombre "Yig-Satuti" es una clara alusión al Primigenio Yig. En cuanto a "Satuti", la referencia no está tan clara, aunque puede guardar relación con el nombre del dios egipcio Set: en los relatos de Robert E. Howard aparece conectado también con las serpientes, siendo considerado un avatar de Yig. También es posible que sea un juego de palabras con Yog-Sothoth.
En el contexto del relato, pronunciar “Yig‑Satuti” es tabú: su invocación atrae terror y se considera una blasfemia.
Apariencia[]
Yig‑Satuti se manifiesta como una serpiente de cascabel alada, con cuerpo escamoso y sinuoso que culmina en una cabeza reptiliana de colmillos prominentes. En la cerámica hohokam que lo representa, se muestra persiguiendo a un hombre en actitud de huida, y cada vez que se observa con detenimiento, la distancia entre la criatura y su víctima disminuye, como si el dios reptante avanzara sobre su presa.
Información conceptual y rol[]
Para las tradiciones pima y las leyendas que rodean las ruinas hohokam de Superstition Mountain, Yig‑Satuti no solo es la deidad suprema de los “indios”, sino el guardián de un culto secreto vinculado directamente a aquel antiguo pueblo desaparecido. Según el capataz pima Jim Nube Roja, esta montaña —llamada Monte del Cielo por algunos— formaba parte del santuario ritual de Yig‑Satuti, al que solo se permite el acceso a sacerdotes purificados mediante lluvias ceremoniales zuñi u hopi. En sus rituales, estos sacerdotes “toman prestadas las serpientes sagradas” para sus danzas y las devuelven tras los ritos. Sin embargo, los dominios de Yig-Satuti son tan inaccesibles que ni siquiera estas serpientes encuentran el camino a ellos.
Los hohokam, cuyo nombre pima significa “pueblo desaparecido”, dejaron en la cima de Superstition Mountain una ciudadela amurallada con kivas donde rendían culto a deidades herpetológicas. Viento Abundante, el viejo curandero pima, describía aquel asentamiento como tabú, refiriéndose a sus antiguos habitantes como el “pueblo de la Serpiente” y advertía que cualquier intruso pagaría con “mucho mal” su osadía.
Las kivas, cámaras subterráneas de los brujos tribales, guardaban ídolos y fetiches destinados a Yig‑Satuti. El mero acto de desenterrarlos suele invocar una “presencia maligna” que da muerte a toda forma de vida animal. Está implícito que así puso fin a la existencia de los hohokam, a los que habría aniquilado sin dar importancia al hecho de que estos le rendían culto.
La cerámica hohokam típica de la fase sedentaria temprana (cerámica de color rojo sobre beige) lleva a menudo la decoración de esta serpiente alada y un hombre en huida. Las piezas suelen hallarse en basureros domésticos y túmulos ceremoniales fuera del recinto. Según el diario del arqueólogo Fulton Shirley, cada vez que se mira con detenimiento o se fotografían estos recipientes, la serpiente parece moverse para acercarse a la figura humana. Cuando finalmente la alcanza, Yig-Satuti emerge para reclamar su sacrificio.
Relatos[]
Obras de Bruce Bryan[]
El horror de hohokam[]
Relato principal sobre esta divinidad.