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Las bestias lunares son una raza inteligente que aparecen en La búsqueda onírica de la desconocida Kadath.

Apariencia[]

"Eran... cosas grandes, resbaladizas, y de un color blanco grisáceo, que podían expandirse y contraerse a voluntad, y cuya forma principal (aunque cambiaba a menudo) era la de una especie de sapo sin ojos, pero con una curiosa masa vibrante de pequeños tentáculos de color rosa al final de un hocico vago y romo".

Las bestias lunares pueden alterar su forma y su tamaño, aunque su aspecto habitual recuerda al de un anfibio abotargado sin ojos y con tentáculos en su hocico, que emplean como órganos sensitivos. Poseen manos y pies palmeados y suelen llevar lanzas. La piel de las bestias lunares es viscosa y tiene un color grisáceo, ligeramente azulado.

Información conceptual y rol[]

Las bestias lunares se comportan como seres humanos, aunque pueden resultar más primitivos, ya que son esclavistas. Tienen ciudades en el lado oscuro de la versión onírica de la Luna, desde la cual bajan a las Tierras del Sueño empleando unas galeras negras voladoras. En un pasado remoto sometieron a los hombres de Leng y, desde entonces, emplean a estos como esclavos. 

Para obtener nuevos esclavos y mediante el empleo de las galeras negras, las bestias lunares envían a los hombres de Leng al puerto de Dylath-Leen. Los hombres de Leng, disfrazados de comerciantes, adquieren esclavos humanos a cambio de rubíes extraídos en minas lunares. Los prisioneros adquiridos son enviados de vuelta a la luna y, una vez allí, suelen ser destinados a trabajar en las minas.

Actualmente se desconoce si existen bestias lunares en el mundo real.

Relatos[]

Obras de Howard Phillips Lovecraft[]

La búsqueda onírica de la desconocida Kadath[]

En varias ocasiones Randolph Carter tendrá que lidiar con bestias lunares esclavistas:

"Alrededor de un fuego horrendo alimentado por los tallos repugnantes de los hongos lunares se sentaba un círculo hediondo de bestias lunares y sus esclavos casi humanos. Algunos de estos esclavos calentaban unas extrañas lanzas en las llamas danzantes, y aplicaban a intervalos sus puntas al rojo vivo a tres prisioneros muy bien amarrados que se retorcían de dolor ante los jefes del grupo. A juzgar por los movimientos de sus tentáculos, Carter pudo deducir que las bestias lunares de hocico chato estaban disfrutando enormemente con el espectáculo".